En una conversación privada y casual, quien fuera durante muchos años Responsable del Servicio de Manteniendo del Polideportivo de San Inazio, comentaba que si hubiera tenido que pasarle al Club celeste de béisbol, la receta por tantas y tantas facturas pagadas, como consecuencia de la rotura de cristales en las ventanas de las viviendas que circundan el campo, los batazos podrían haberles salido muy caros. Carísimos.
En una ocasión tuvo que pelearse, en una larguísima discusión, con una propietaria que reclamaba el cambio total de dos de sus ventanas, “porque deseo vivir tranquila y sin continuos sobresaltos”.
Al parecer, nuestro comunicador le respondió: “Pues…cámbiese Vd. de barrio”.
La citada propietaria, desde entonces, odia profundamente el béisbol.
En otra ocasión, un bañista que acababa de lanzarse a la piscina, reclamaba que la herida que presentaba en la rodilla, era consecuencia de un pelotazo beisbolero y solicitaba una “compensación económica”.
Finalmente, el bañista, acabó confesando que se había resbalado y golpeado con la pasarela del histórico y emblemático trampolín…
En aquel improvisado diamante, tras la finalización de una doble jornada de béisbol, el equipo saniarra, dejó instalado el backstop, (que tanto trabajo costaba montar y desmontar) sin tiempo para retirarlo, porque inmediatamente después daba comienzo un partido oficial de fútbol de categoría regional.
El árbitro futbolero redactó en el acta del encuentro, su desagrado a la Federación Bizkaína de Fútbol, asegurando que “aquella era una mala idea” y que, ni tenía sentido, ni resultaba en absoluto práctico para el desarrollo del fútbol.
Añadió: “Y que sea la última vez”.
Deja una respuesta